El origen del mal, por H.P Blavatsky

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Taha
Posts: 119
Joined: Wed Aug 12, 2020 4:13 pm

Saludos de PAZ para todos

Hoy os paso un pdf que encontre y que vale la pena leerlo, es sobre el origen del mal.
Un análisis que vale tener en cuenta durante nuestra vida o vidas terrestres como humanos o en otra forma, para que nos alejemos lo maximo posible de los pensamientos pesimistas, que en parte estan incrustado en nuestra sangre aunque no nos demos cuenta.

No os habéis fijado? que cuando todo va bien, y estamos super contentos, la vida aparenta ser bella en nuestros ojos, y en ese caso queremos vivirla eternamente?
Pero en cuanto nos sentimos tristes, amargados, por los dolores causados por x razones, se nos viene el mundo encima, y maldecimos nuestra propia existencia, y deseamos salir de esta vida y no volver mas o desvanecernos en olvido de la inexistencia? Esto proviene del puro pesimismo conocido en arabe por la siguiente expresión : <<Ablasa min rahmati Allah>>

Todo depende de nuestro punto de vista, del grado de pesimismo que tengamos o del optimismo.
Os sugiero leer eldocumento con atención.
Quien sabe ? Puede que vuestro viaje del retorno al UNO sea mas corto y mas agradable.
Ya que tarde o temprano todos llegaremos a nuestra condición original y a El.

Que tengáis un buen viaje!
Os pongo un trocito del documento, deseando que leáis el resto del pdf de abajo.

<< El panteísmo filosófico es muy diferente del Pesimismo moderno.
El primero está basado en la correcta comprensión de los misterios del ser;
el último es en realidad un sistema más del mal, añadido a una ya larga lista de males sociales por la enfermiza fantasía. Verdaderamente, no es una filosofía, sino simplemente una sistemática difamación de la vida y de la existencia; unas biliosas declaraciones de un dispéptico o de un
hipocondríaco incurable. No puede establecerse ningún paralelo entre ambos sistemas de pensamiento.
Las semillas del mal y del dolor fueron, por supuesto, el resultado y la consecuencia primera de la
heterogeneidad del Universo manifestado. Con todo, no son sino una ilusión producida por la ley de contrastes
que, como ha quedado descrito, es una ley fundamental de la Naturaleza. Ni el bien ni el mal existirían si no
fuera por la luz que ellos mutuamente se proyectan. Habiéndose observado que el Ser ofrece desde la creación
del mundo estos contrastes, sea bajo la forma que sea, y que el mal predomina en el Universo debido a la
adoración del ego o egoísmo, la rica metáfora oriental señala la existencia del ser expiando el error de la
Naturaleza; y el alma humana (psyche) ha sido considerada por ello como cabeza de turco y víctima del Super–
Alma inconsciente. Pero no es al pesimismo al que dio nacimiento, sino a la Sabiduría.
La ignorancia sólo es martirio voluntario, pero el conocimiento es el maestro del pesimismo natural. Este último
se hizo gradualmente innato en el hombre mediante el proceso de herencia o atavismo. Está siempre presente
en nosotros, por muy latente y silenciosa que haya sido su voz en un comienzo. En medio de las primeras
alegrías de la existencia, cuando aún estamos pletóricos de las energías vitales de la juventud, cada uno de
nosotros somos ya capaces de acusar a la Vida, sentirla como una carga, y frecuentemente de maldecir nuestro
ser por las primeras punzadas de dolor recibidas después de un fracaso, o por la súbita aparición de una
“oscura nube”. Esto muestra la existencia de pesimismo en nuestra sangre, al mismo tiempo que la presencia
de los frutos de la ignorancia.
A medida que se multiplica la humanidad –y con ello el sufrimiento, que es resultado natural de su creciente
número–, se intensifican los dolores y las penas. Vivimos en una atmósfera sombría y de desesperación, pero
esto es debido a que nuestros ojos están abatidos y clavados en la tierra, con todas sus groseras
manifestaciones físicas y materiales. Si en vez de esto, el hombre, al seguir su viaje por la vida, mirara no hacia
el cielo –lo cual es sólo una expresión del lenguaje–, sino dentro de sí mismo, y centrara su punto de
observación en el hombre interno, entonces escaparía pronto de los “anillos de la gran serpiente de la ilusión”.
Su vida, desde la cuna hasta la tumba, sería entonces soportable y digna de vivir, aun en sus peores fases.
El pesimismo, ese recelo crónico de estar el mal acechando en todas partes, es así de naturaleza dual y da
frutos de dos clases. Es una característica natural en el hombre físico y se convierte en maldición sólo para el
ignorante. Es un favor para el hombre espiritual, puesto que hace que vuelva a la recta senda y le lleva al
descubrimiento de otra verdad igualmente fundamental; y es que todo en este mundo es sólo preparatorio por
ser transitorio. Es como un resquicio en las oscuras paredes de la prisión de la vida terrena, a través del cual
entra un rayo de luz de la mansión eterna que, iluminando los sentidos internos, susurra al prisionero en su
caparazón de arcilla el origen y el misterio dual de nuestro ser. Al mismo tiempo, es una prueba tácita de la
presencia en el hombre de aquello que sabe, sin haber sido instruido, es decir, que hay otra y mejor vida una
vez que se ha vivido de principio a fin la maldición de las vidas terrestres.
Esta explicación del problema y origen del mal, siendo como ya se ha dicho, de naturaleza enteramente
metafísica, no tiene nada que ver con las leyes físicas. Perteneciendo, como pertenece, totalmente a la parte
espiritual del hombre, es mucho más peligroso tratarlo superficialmente que ignorarlo. Pues, al encontrarse en la
misma raíz de la ética de Gautama Buddha y al haber caído ahora en manos de los modernos filisteos del
materialismo, el confundir ambos sistemas de pensamiento “pesimista” sólo puede llevar al suicidio mental, si no
lleva a algo peor.
La sabiduría oriental enseña que el espíritu ha de pasar por la experiencia penosa de la encarnación y la vida, y
recibir su bautismo de materia, antes de poder alcanzar la experiencia y el Conocimiento. Sólo después de esto
recibe el bautismo del alma, o auto–conciencia, y puede retornar a su condición original, la de un dios (en minuscula),
experiencia, que finaliza con más omnisciencia.

En otras palabras, sólo puede volver a su estado originario de
homogeneidad, de esencia primordial, mediante la suma de los resultados del karma, que es lo único que
permite crear una deidad absolutamente consciente, separada sólo un grado del Todo Absoluto.>>
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